La influencia occidental no se restringió solo a los parques, sino que también se extendió directamente a los espacios urbanos. Un claro ejemplo de ello se evidencia en el corazón del centro urbano de Murmansk, donde, según el artículo de Gloria González de Salazar, se observan elementos que fueron directamente adoptados de los centros urbanos de las grandes ciudades occidentales. Esta asimilación de ideas y diseños provenientes del Occidente refleja la interconexión global y la adaptabilidad de las ciudades para incorporar las mejores prácticas y conceptos urbanísticos en busca de un desarrollo más eficiente y atractivo para sus habitantes.

La Unión Soviética sí prestó mucha atención a las estrategias urbanísticas de sus rivales políticos en las grandes ciudades, sin embargo, su enfoque consistió en adoptar lo mejor de estas ideas y mejorarlas. Un aspecto destacado de este proceso fue la fusión de los conceptos de ocio y educación en uno solo, buscando homogeneizar y optimizar ambos aspectos para el beneficio de la sociedad. Este enfoque no solo demostró una capacidad de aprendizaje y adaptación, sino también una voluntad de ofrecer a los ciudadanos un entorno urbano más equilibrado y enriquecedor. La síntesis de estas influencias externas con los valores y necesidades internas contribuyó a la creación de un modelo urbano distintivo y funcional dentro del contexto soviético.