Schlögel, K. (2021). El siglo soviético. Arqueología de un mundo perdido. Galaxia Gutenberg | Hovey, T. (1975). John Reed: Witness to Revolution. Crown Pub. | Rosenstone, R. (1975). Romantic Revolutionary: A biography of John Reed. Random House.
John Silas Reed nació el 22 de octubre de 1887 en Portland, Oregón. Fue un periodista y activista socialista cuyo trabajo consiguió notoriedad por su papel como corresponsal de guerra durante la Revolución mexicana y la Primera Guerra Mundial. Previo a esto, viajó por Europa durante el periodo de la belle epoque, y cubrió temas como los campos laborales en Estados Unidos y el conflicto de las Guerras de las minas de carbón de Colorado en 1914. Sin embargo, su trabajo que fue su reportaje de la Revolución de Octubre en Rusia, donde simpatizó con los sublevados. Su experiencia durante la Revolución y su pensamiento fueron compilados en su obra Diez días que sacudieron al mundo.
Hijo de una familia acomodada, desarrolló su educación en colegios privados e ingresó a la universidad de Harvard en 1906. Más tarde, se relacionó con pensadores de izquierda pertenecientes a Greenwich Village, y trabo amistad con Lincoln Steffens y Max Eastman, por mencionar a algunos. Como ya se ha mencionado, también pasó un tiempo en México junto a las tropas villistas. Sus experiencias durante este periodo fueron publicadas bajo el título de México Insurgente.
El testimonio de Reed sirve para contextualizar el desarrollo de la Revolución de Octubre. Reed, quien estuvo presente en varios eventos importantes a lo largo de la Revolución, también se encontró con varios miembros importantes del levantamiento, también complementa su relación de los hechos con su perspectiva.
Petrogrado, actualmente San Peterburgo, era una ciudad de 2 millones de habitantes. De acuerdo con Karl Schlögel, aunque ciertamente existía un descontento hacia el régimen que se expresaba en huelgas, ninguna era lo suficientemente grande para irrumpir el flujo de la vida cotidiana.
El testimonio de Reed lo confirma, resaltando que, incluso durante las escaramuzas de noviembre, la ciudad no había roto con su rutina:
Todo el día en distintas partes de la ciudad se libraron escaramuzas entre junkers y guardias rojos y batallas de autos blindados. Lejos y cerca se oían descargas, tiros sueltos, tableteo de ametralladoras. Los cierres metálicos de las tiendas estaban echados, pero la venta continuaba. Incluso los cinematógrafos, con las luces exteriores apagadas, funcionaban y estaban llenos de espectadores. Los tranvías circulaban como siempre. Funcionaba el teléfono. Llamando a la Central se podía oír claramente el tiroteo. Los aparatos del Smolny habían sido desconectados, pero la Duma y el Comité de Salvación mantenían comunicación telefónica constante con todas las escuelas de junkers y también con Kerenski en Tsárskoe Seló. (Reed, p. 127)
Sin embargo, el recuento de Reed también se nutre de las descripciones que hace este sobre el escenario del cambio. A los acontecimientos los acompañan descripciones arquitectónicas que ilustran a la ciudad de Petrogrado y le dan vida. Sobre el Smolny, por ejemplo, Reed lo describe de la siguiente forma:
El Instituto Smolny, sede del CEC y del Soviet de Petrogrado, se encuentra a la orilla del ancho Neva, en las afueras de la ciudad. Llegué allí en un tranvía repleto, que se arrastraba con quejumbroso tintineo a la velocidad de un caracol por las calles llenas de inmundicias. Cerca de la parada final se alzaban las hermosas cúpulas azulgrises del Convento Smolny, bordeadas de oro viejo, y, a su lado, la enorme fachada cuartelera del Instituto Smolny, de doscientas yardas de longitud y tres pisos de altura, con el escudo imperial esculpido en piedra sobre la entrada principal, que parecía mofarse de todo lo que ocurría… (Reed, p. 25)
Además de su labor como testigo, Reed también participó activamente en la Revolución. Escribió propaganda para los revolucionarios, labor que se llevó consigo a su regreso a los Estados Unidos en 1918. Para 1920 ya estaba de regreso en Moscú para atender al Segundo Congreso Mundial de la Internacional Comunista, donde moriría a causa de tifus. Sus restos fueron enterrados en la Necrópolis de la Muralla del Kremlin.